domingo, 26 de noviembre de 2006

El inquilino.

| |
El vacío había alquilado su mente y no quiso irse ni pagarle.
¿Cómo puedo echarlo?, se preguntaba.
Ah... Tal vez metiendo cosas hasta no dejarle espacio alguno.
Y como a duras penas pudo, fue haciéndolo creyendo ganarle el terreno,
pero el vacío siempre acababa por devorarlas. Tiene mucha hambre. Voraz.

¿Si le arrojo un pensamiento ajeno, se lo tomará para cenar?
¿Si le lanzo un poema, lo atrapará de inmediato con sus afilados dientes y lo masticará hasta que desaparezca?.
Lo bueno del vacío es que no ensucia demasiado mi territorio mental, más bien al contrario, lo limpia,
que no hace ruido alguno, muy al contrario, me quedo felizmente dormido sin darme cuenta y los momentos que me mantengo despierto, sin reconcomes, hasta me oigo a mí mismo, como ahora.
En eso debo estarle agradecido, como en su discreción y más cosas, porque hay otros inquilinos como la esperanza, la alegría, el miedo o el amor que, cuando aparecen, destrozan cuanto tienes, desordenan tu interior, te quitan el sueño a base de controversias y sentires que te hacen estúpidamente bailar, tararear o cantar y soñar estando despierto, sin poder pegar ojo, y luego chismorrean con los vecinos y dan el coñazo reprochándote tus obsesiones, excesos, costumbres, rarezas y hábitos.

No lo van a creer quienes me conocen, pero estoy seriamente considerando la posibilidad de abandonarme por completo a su extraordinario trato, consideración y respeto.
Hasta le pagaría yo, en realidad, para que se quedara...pensaba.
Leer más...

sábado, 18 de noviembre de 2006

Juegos de baile.

| |
Nunca fue un “pasen y vean lo que hay en mi corazón”.
Cansado de palabras desprovistas de valor y con una visión difuminada del exterior y de su interior, no se molestó en calibrarla cuando apareció en su vida en la que se introdujo de puntillas aposentándose sin pedirle permiso.
Ella, disfrazada de tímida, trataba ser misteriosa, sincera a deshoras y, aunque siempre iba de buena, lo pudo él constatar, era una auténtica desalmada cabrona.
Esa partida él ya la había jugado y perdido antes varias veces, pero aquel verano estaba cansado y harto de ser un esperanzado amante perdedor solitario sin nada más por perder o esperar y, sabiendo que él también podía y sabía jugar por jugar, esa vez las reglas del juego correrían por su entera cuenta, sin riesgos.
Y juntos bailaron durante meses al son de la indiferencia, el consentimiento y el desdén.
Infeliz y estúpido se lo creyó, y mientras iba avanzando el baile y siguiendo el ritmo en danzas, la fue conociendo bien en trampas, engaños y traiciones aunque, no obstante y muy a su pesar, tuvo amargamente que reconocer se hallaba de ella en profundas enamoradas condiciones,
-“¡ es que nunca vas a aprender !”-.
Por eso, cada noche, cada madrugada, cautelosa, sigilosamente, se escapaba hasta la mañana, considerando que, de quedarse, su sentimiento por ella al permanecer a su lado y sentir su pausada respiración, contemplándola, sintiéndola desarmada, dulcemente dormida, se haría, si cabía, aún mayor...
Hasta que una tarde anochecida, cercana la navidad, después de hacer el amor, ella cerró a cal y canto la puerta de la casa y de todos los armarios escondiendo las llaves, se puso sus pantalones y la camisa del día que había él dejado en la cesta de lavado y, relajadamente satisfecha se acostó bostezando a placer, dándose la vuelta en dirección a la pared mascullando...
“Ya no podrás jamás escapar”. Siniestramente sonriendo.
Leer más...

sábado, 11 de noviembre de 2006

Fugas.

| |
Conseguir, por fin, ser otro, puede suponer un grave e incómodo riesgo.
En mi caso, conseguirlo, fue glorioso. Me reí a mandíbula batiente celebrando mi inteligencia y la ignorancia de los demás durante tanto tiempo... que en la constancia en el divertimento de la consecución... la voz se me abroncó y se me expandieron los rasgos faciales marcando nuevas líneas de expresión. La nariz se me acható, la mirada se me almendró y el cuerpo, como la mina de un lapiz, se me afiló.
Aunque, como el asunto lleva su tiempo en el esfuerzo... decidí darme un respiro ganado y descansar a pierna suelta, a cubierto, en casa de mi madre a la que hacía años no veía...
y no me reconoció!!!.
“Que soy yo…tu hija”,
“Señorita, por diós , márchese, le ruego no me intimide” respondió.
Me marché vengadora dando un portazo, hubiera abofeteado con placer a la vieja!!.
Daba la vuelta a la manzana pensando, maquinando cómo podía a mi madre meter en vereda dándole una buena lección, cuando la policía me detuvo bajo acusación de allanamiento.
Me llamaron “sinvergüenza asustaviejas” y trataron de intimidarme con todo tipo de coacciones y amenazas... a mi...!! hasta que conseguí aceptaran la prueba de mi inocente cordura y su locura.
Les entregué el DNI y me acompañaron a casa para que la denunciante les enseñase el suyo.
Mi madre, trémula, ridícula, ni sombra de lo que fué, buscó, primero simulando calma y luego con descolocada ansiedad, la cartera dentro de su bolso. Y no la encontró.
La policía me pidió disculpas y a ella se la llevaron. Me moría de risa cuando salió...
Es lo malo de conseguir por fin ser otro, que puede pasar que ni descansar a pierna suelta puedas en tu propia casa
y ni te reconozca la madre que te parió...
Leer más...

viernes, 3 de noviembre de 2006

Acorde.

| |
Tras largas esperas y silencios,
su teléfono móvil se ha llamado a sí mismo. Tres veces.
Sonó la marsellesa y apareció su propio número en pantalla.

Ordenaba su biblioteca cuando se llamó por vez primera. Por no pecar de escéptico descolgó con intención de contestar, pero comunicaba, no podía ser de otra manera, eran dos, el aparato y su propietario utilizando la misma línea.
No supo el tiempo que pasó entre la primera llamada y la segunda, pero cuando volvió a sonar aún tenía el teléfono en la mano y la mirada atónita; lo desconectó y siguió aferrándolo con extraña voluntad. Así pasaron veinte minutos. Entonces volvió a conectarlo, se mantuvo expectante un minuto más y no sucedió nada. Con el ánimo más sereno puso el inquietante aparato sobre la mesa.

Se disponía a retomar su labor de archivo cuando sonó un doble pitido. Un SMS.
Un mensaje vacío, sin palabras, con su número como remitente.

Se ha percatado que al teléfono como a él se le fuga el alma, y él, que prefiere no saber de sus escapes, por respeto, ha dado de baja el servicio de identificación de llamadas y, considerando que ahora son dos,
ha cambiado su contrato telefónico por otro...
más acorde a sus necesidades.
Leer más...