domingo, 16 de diciembre de 2007

SS.SS.

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Marido y mujer, de 74 y 70 años respectivamente.
Malamente saben leer y escribir, toda la vida tuvieron por oficio la venta ambulante sin autorización. Sus antepasados ya lo eran.

Sin embargo, con o sin autorización, cuatro hijos educados. Ni uno en la escuela pública. Tan “bien educados” que no quieren saber de ellos.
“Nosotros les comprendemos”, dijeron.

No tienen ganas de morir. Un lugar donde encontrar cobijo para volver a empezar.

“Amigos??” -dicen- “no, no vamos a meterles en un compromiso. Eso es lo principal en la amistad”.
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sábado, 17 de noviembre de 2007

A tener en cuenta y,

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no precisamente por la conveniencia de usar protección solar, a quienes lo no conozcáis, os invito a que lo veáis y escuchéis hasta el final.



Y la Navidad se acerca, para bien o para mal.
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domingo, 7 de octubre de 2007

Alguna vez, quizás,

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algo que pasó, pasa o pasará en nuestra vida, hizo hace o hará que cambie nuestra forma de entender, interpretar y estar en el mundo y, paulatina pero radicalmente, nuestra mirada sobre la existencia propia y ajena tome las riendas de nuestra percepción por su cuenta, involucrándonos en desconocidos matices y, de forma taxativa, nuestro corazón se trate de desentender de aquello que sienta no pueda soportar y tire por el camino de el medio.
Eso que pasó, pasa o puede pasar, cambiará la ilusión, la esperanza o el engaño de existir sin saber de nosotros, llamándonos al orden, pidiéndonos cuentas de realidades cuando menos lo pensemos y estemos creídos que nada ni nadie puede nuestro patio interior asaltar sin por nuestra bien guardada puerta principal, previo permiso, pasar.
Después, sin poderlo evitar, una vez cara a cara, según quién,
se hará el desentendido y se aturdirá distrayéndose de sí mismo acudiendo a justificaciones a su medida o apelará a la debilidad y trate de disimular su férrea intención de no levantar la mirada, aduciendo timidez, o se inundará de resentimientos y amarguras victimarias que, al fin y al cabo, le convertirán en héroe de sí mismo, trágico y triste protagonista de estético melodrama, o dará gracias al cielo elevando plegarias de alegrías, gozos y reconocimiento de plenitud, bendiciendo aquel “algo” que hizo trocar su mirada en colores y a su corazón en de la vida en dulzuras y amores.

Por que, al fin y al cabo y a decir verdad, aunque alguna vez de ello dudemos, todos a ciencia cierta sabemos que, nadie, el asalto a su patio interior, donde duermen sus atribulados desechos, puede evitar, por muy bien guardada que tenga su puerta principal, seguro de poder de sí mismo zafarse, quizás.
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viernes, 28 de septiembre de 2007

El primer día de mi vida.

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Así se llama esta canción que hoy, a modo de reencuentro, os dedico.
Un amigo me envía el vídeo... y una vez y otra me hace volar.
En él me parece veros a todos y me reconozco a mí, compartiendo.
Lo conozcáis o no, antes de verlo y escucharlo, parad el reproductor musical del blog (ahí a la derecha) y dejad que, quizás, os haga también conmigo volar.


Sobran las palabras, los idiomas y sus traducciones ¿verdad?.

Oh, diós, que dulce día ese en el que sentimos fue el primero de nuestra vida, que puede ser otra vez hoy o mañana!!!

Gracias amig@s por estar aquí conmigo.
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domingo, 1 de julio de 2007

No me retiro....noooo,

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me re-tiro al suelo en donde sea y hasta me quedo dormida depié(¿!), estoy agotá de la perra vida que he arrastrado estos últimos meses, así es que me escapo a ocios, juergas y dormidas y que sea lo que diós quiera, os lo aviso y cuelgo el cartel de...


Cuidáos mucho, dáos gustos al cuerpo y OJO!!!, que volveré a la carga una vez descansadita y pienso contar uno por uno, a ver quien falta.
Abrazos, besos y alegrías para tod@s, buenas vacaciones y HASTA LA VUELTAAA!!!

P.D./ Me haríais un favorcito si, los que quedéis y paséis por aquí, echárais un ojo, o los dos, a mis okupas, que son de armas tomar y andan rebrincadas pero se quedan en secano y solit@s! (Que coño, se dan la gran vida y de gratis).
Bueno, pues eso.
Que vosotros veréis.
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domingo, 17 de junio de 2007

Las cadenas de un cow boy.

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Cuando recibió la mortal bala, se le pasó por la mente su vida al completo y los rostros de sus hijos quedaron fijos en ella hasta que expiró y se cerraron sus ojos o, quizás, se los llevó prendidos a él bien sujetos al imperdible de la eterna ausencia.

Aquella mañana no sabía que iba a ser la última en despertar, calzarse los Levis Strauss y las botas y asomarse a su espejo, la última que, antes de abrocharse la camisa, colgaría de su cuello las cadenas sin las que se sentía desnudo. No sabía que de nada le serviría la senda que recorría desde niño cada día hacia el triunfo, ni las simpatías con las que contaba, ni su esfuerzo pertinaz de superación personal y en alimentar su autoestima y que le estimaran los demás.
Como siempre, ilusionado, meticulosamente arreglado y vestido a lo "cow boy", antes de salir buscó con la mirada el sombrero tejano sin sospechar que ese día, en ello, más que en ningún otro, hubiera debido poner aún mayor empeño por tratarse de su postrera puesta en escena y el de mayor peso su argumento.
A media tarde, después de atender su trabajo, mientras tomaba una hamburguesa, alguien puso precio a su cabeza pues fueron de ella, colgantes, las razones que tasaron el valor supremo del trance. Dos hombres despojaron de su cuello los oros, uno de ellos el que le disparó certero desde el suelo, derribado por el afectado.

En su honor, mayor gloria y orgullo de sus hijos, a su valor y desgraciada pérdida, metafóricamente, a modo de infantil consuelo, añadir desde aquí la evidente concordancia en el funesto caso pues, al fin y al cabo, sin saber, acabó su vida coherentemente, como la vivió, emulando la clásica manera del "far west", cumpliendo el heróico requisito su oro defendiendo, sin ahorrarse el final de tan sinietro legendario legado, de un tiro la vida perdiendo.

Desde Madrid (España), en su memoria.
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miércoles, 23 de mayo de 2007

Querencia.

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Después de 20 años de servicio en una casa de familia acaudalada, viajada y culta de la que cuidó con primor, criando a los seis hijos habidos de la pareja inicial como si propios fueran, supliendo a sus progenitores en amores, confidencias y defensas, Josefa, sorprendentemente, fue hallada culpable del robo de numerosos objetos familiares que a lo largo de los años de la casa venían desapareciendo, alegando por su parte que a nadie más que a ella pertenecían, por lo que de sus servicios se prescindió.
No obstante,
durante largo tiempo, se la vio por la noche rondar la casa, decididamente cruzar el jardín hasta llegar a la puerta principal echando mano de su bolso al alcanzarla buscando en su interior la llave... que no tenía, haciendo, una y otra vez, el gesto de abrirla como si la tuviera y, al no poder, permanecer sentaba en los escalones del porche llamando, uno a uno, por sus apodos familiares a cada niño, rogándoles mimosamente le abrieran y dejaran entrar en auxilio, atención y cariño.

Hasta la madrugada contaba los cuentos que antes de dormir les contaba.
Hasta el amanecer cantaba las canciones infantiles que desde que nacieran, les cantó.

Y, ya amanecido, más de una vez se la encontró buscando a cualquiera que se prestara en abrirla de par en par su casa y volver junto a los suyos.
Esos en los que abandonó, en exclusiva, su juventud, desvelos y amores.
Ese hogar, que, creía, a nadie más que a ella pertenecía.
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sábado, 12 de mayo de 2007

On/Off.

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Del techo colgaba una lámpara grande sin luz que pendía de un cable demasiado corto para una persona de su estatura. Estaba llena de polvo al igual que los libros, películas de video, televisión y bafles que se encontraban en el estrecho mueble de pino sin barnizar.

¡Qué diferente el apartamento cuando estaba su dueño!.

Menos la lámpara de techo, todo estaba encendido: la televisión, el ordenador, el cigarrillo... El sofá se vestía con el cuerpo cansado de su habitante; la cabeza echada sobre el cojín, el cuerpo encogido en posición fetal, una respiración placentera y los pies abrigados por la mantita en una siesta dulce saboreada a horcajadas, llenaban la estancia de placer, en un sueño intermitente de voces televisivas.
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domingo, 25 de marzo de 2007

Me dijo...

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que cuando ella deposita en él la atención o le habla, le parece que el mundo es sólo agua de rosas y, como él se sumerge de pleno en ella, atraídos por el tono de su voz, sus palabras y gesto de generosidad, los ríos, los mares, la lluvia y, hasta los grifos, de rosas inundan las montañas.
Y todo le importa y concierne en colores.
Que cuando ella duerme, le ignora o resuelve enmudecer... cuando no está... le parece que llega el aire secando la vida y, como él, encallando, en el fondo de los océanos los peces se detienen y desploman por la ausencia y el silencio de su boca cerrada.
Los perros ladran, la gente mata, el universo presume de su infinitud, poder y complejidad, haciéndose valer en secano devastador silencio baldío, y él, dijo, perdida la mirada en la lejanía, se ahoga en un vaso de plástico vacío.
Y todo, velado en negro, le importa nada.
Cada mañana caminan juntos largo rato. Hoy, como cada día, iniciando el paseo, para constatar su ausencia o permanencia la habló, pero no contestó.
Y calló él continuando a su lado, mutilado, incapaz, preso, seco, fuera del mundo, perdido...
me dijo.
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domingo, 4 de marzo de 2007

Nunca se sabe...

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..Y TODO FUE EMPEZAR...
pues las llamadas equivocadas, recurrentes, puntuales, lo eran un par de veces por semana al menos y como el abonado molestado a la compañía telefónica denunció exigiendo al caso solución y, al tal pertinaz Felipe, durante meses, mandó al carajo sin contemplaciones ni resultado satisfactorio alguno, no quedándole otra, se fue poco a poco, como pudo, amoldando a tal perturbadora situación, por agotamiento y pura desesperación, esperando se desfaciera por sí mismo el entuerto.
Y como no pudo de ninguna manera ser, en el laberinto del endiablado embrollo, llegó a cimentar con el otro cierta inusitada cotidiana relación de confiado familiar respeto y consideración, uniéndole a él, día a día, sin propiciarlo ni intención alguna en ello poner, un invisible vínculo de complicidad fraternal en anónimo desahogo que en largas conversaciones le entregaba como si de un confesor sin rostro se tratara... sin jamás, cautamente, a tal trato de intimidad el menor dato personal aportar.
Pero, como nunca se sabe...
sucedió que, en una semana, por primera vez, las equivocadas llamadas no se dieron y pensar que el técnico error se hubiera solventado o Felipe, voluntariamente, le hubiera abandonado, ni se le ocurrió, pesándole grandemente su cautela de personal identificación... esperó y esperó. Pero no.
Tanto le repercutió la cosa que, al acabar su trabajo, por las tardes no salía ni con ninguna otra llamada se entretenía, hasta que, por imperativos profesionales hubo de cambiar de país de residencia él varios meses después, no pudiendo poner a Felipe al tanto, que es lo que de la mudanza más sentía, esperando, hasta el último minuto, que la telefónica equivocación o avería, aunque solo por una vez más se repitiera antes de su partida. Pero no se repitió. No.
Aunque..., como nunca se sabe...
algunos años después, una madrugada como otra cualquiera en el olvido del tiempo, del espacio y de sí mismo, en su lejana desconocida geográfica ubicación, el teléfono de su mesilla de noche, a deshoras, le despertó.
- Diga???
- Holaaa, soy Felipe....
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domingo, 25 de febrero de 2007

Son-risas.

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-Diga?
-Holaaa, soy Felipe...
-Y bien??
-No jodas Oscar, que soy yo.
-Creo que se ha equivocado de número.
-Nooo.
-Bien, que número marcó?
-El 938746893
-Lo siento, no coincide con el mío ni en un solo número salvo el prefijo provincial, ni Oscar aquí se llama nadie, ni así me llamo yo.
-No me diga.... no puedo haber marcado mal todos los números, coño.
-Buenas tardes.
-Bien, lo siento de veras, discúlpeme. Volveré a marcar.

RINGGGGGGGGGGG
- Diga???
- Holaaa, soy Felipe....
- El de antes?
- No se, he marcado cada número con todo cuidado...
- A ver, repita el número que ha marcado ahora, por favor.
- 918746893
- Pues ahora ni en el prefijo provincial ha dado la coincidencia.
- Vaya, que mal, cuanto lo siento.
- Buenas tardes.
- brrrrrrrr
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domingo, 11 de febrero de 2007

El desconocido Alejandro Francisco Pérez Martínez

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creció sin saber quienes eran sus padres. Desde su secreto nacimiento en un hospicio madrileño hasta los cuatro años vivió, por encargo, en un lejano pueblo mesetario en el seno de una familia sin recursos entre otros niños por encargo criados para quienes la vida les dieron quitárselos de en medio. Después fue trasladado a la provinciana, precaria de medios y miras, casa familiar en la que entre abuelos, tíos, tías y primos como un primo más le dejaron estar en permanente estorbo, sirviendo de tropiezo para todos su presencia, sin público o privado reconocimiento de identidad, sin derecho a escuela, instrucción y atención.

Pero, de entre las tías, una, la llamada May, fue su oculto oráculo instructor.
Se trataba de una atractiva taquimecanógrafa treinteañera, sociable avanzada mujer soltera, amenazada por una tuberculosis perniciosa de índole familiar que, distante, secreta, severamente, enseñaba al pequeño huérfano, hasta donde alcanzaba y a salto de mata, parte de aquello básico que de la escuela hubiera debido aprender y otras variopintas cosas que, con el tiempo, fue añadiendo de índole práctico, pues, fiel a provinciana coqueta inteligencia, le fue inoculando su propia adicción al dandysmo en el hombre y al buen aparentar, a la bonanza de los secretos bien guardados, a la conveniencia de la invención y fabulación de la propia vida como tablas de salvación para los, como él, náufragos, iniciándole así, ella, en la forma y manera de poder llegar, astutamente, desde la desgraciada situación que le había tocado en suerte, a ser un "hombre de provecho" como ella había conseguido llegar a ser toda una señora taquimecanógrafa.
Al anochecer, cuando la fiebre fiel y puntual a su cuerpo y espíritu acudía, a su cuarto él secretamente escapaba para, a media luz, hacer de miedos, soledades y delirios, agradecida solidaria de recreación fraternal necesitada.
La tarde del día en el que la tía May murió, cercana la Navidad, por ser festivo, a él se le puso al tanto en el único cine de la localidad donde solía refugiarse. El acomodador le dio un golpecito en el hombro.
Le vieron subir la calle a marchas forzadas, pálido, desencajado.
No había cumplido los 20 años.
Nunca la pudo llamar “mamá”. Primero por que no sabía que lo era, nadie se lo dijo o se lo dió a entender, segundo por que ella nunca le trató como tal y, tercero, por que si acaso lo intuyó se le impuso el desamor, la frialdad, la exigencia del tabú... o era ya demasiado tarde.

Desde entonces se le conoce como Francisco Umbral
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domingo, 21 de enero de 2007

El inocente.

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Encajado en un rincón a su justa medida, pasaba inadvertido.
Su viudo abuelo recibía a sus viudos antiguos amigos en la cocina, frente al hogar ardiente único punto de calor y luz.
Iban cayendo como gotas, uno a uno.
Primero Benito, el médico, luego los demás. Con él, tan grande, que le descubrió la primera noche y nunca dijo nada, se colaba él, tan pequeño.
Vino, cigarrillos, algún habano..., y empezaban a contar, a desvelar secretos, a hablar de cosas, vidas, acontecimientos, pormenores y momentos que solo en la penumbra, a solas y sin apenas mirarse, trataban.
Se velaban las voces, todos conocían de sobras del sabor de deseos y actos inconfesables y sus aún encendidos rescoldos, del poder del dinero, del engaño tratado como arte de la destreza e inteligencia, del amor tibio en aras de conveniencias, del miedo, del dolor, de la ira, del rencor, de la envidia, la traición, la delación y la venganza.
Se conocían bien. No desvelaban mutuos personales agravios.
Por ellos supo, el inocente, de pasiones que no podía entonces denominar y aprendió que quienes siguen con vida resurgen, incluso, de la ignominia.
Y comenzó a saber de la calidad opaca de lo público y lo privado, de la naturaleza humana, de la vida y la muerte y del valor de las palabras, los actos, las apariencias y verdaderos sentimientos... de su abuelo.
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martes, 9 de enero de 2007

Recuerdos y olvidos.

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Una fría mañana de mediados de enero,
una mujer sin memoria y un hombre sin olvido se encontraron casualmente en el metro.
Se reconocieron de inmediato, fue fácil, cada uno vio dibujado en el perfil del otro el contorno de su propia vacía desolada ausencia y,
afanándose uno en llenar por completo lo que el otro estaba condenado a mantener para siempre vacío, se besaron frenéticamente sin hablar y, luego, se fundieron en un fuerte abrazo.
Permanecieron así eternizando el encuentro tantas veces soñado el tiempo necesario para que la mujer sin memoria olvidara a quién estaba abrazando y para que el hombre sin olvido comprendiera, una vez más, que nunca podría superar el dolor de tan cruel e irreparable destino.

Ella volvió sola a la casa repleta de recuerdos comunes, vacía.
Él, volvió solo a la casa vacía por completo de recuerdos, llenándola de ellos.
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