A pesar de todo, se saltó por alto su vergüenza, su timidez y sentido del ridículo y, de uno en uno, en medido y discreto recorrido, a su manera, fue pidiendo préstamos de urgencia por haberse olvidado en casa la cartera,
y como hasta después de la Navidad no volvería a encontrarse con ninguno, consiguió reunir lo que para él era un pequeño capital.
Después, en el más apartado comercio que ya tenia echado el ojo, donde no le conocieran, solicitó probar unos cuantos juguetitos que hacía tiempo viera en su escaparate al pasar y, como si se le viniera el cielo abajo, se los llevó sin pagar.
Compró una tableta de turrón,
una bolsa de fruta escarchada,
una caja de mazapán,
un belén de cuatro piezas
y un arbolito de navidad.
"Ya ves lo que os traigo, mujer, de un trabajillo que conseguí sin decirte nada".- le dijo mientras con fuerza la abrazaba por sorpresa alzándola del suelo.
Por eso, por una vez y a pesar de todo, saltarse por alto su sentido de la honradez y el honor, poniéndose el mundo por montera, le valió la pena.