viernes, 14 de julio de 2006

Consigomism@.

| |
Desde que perdió las gafas, la vida fue, impresionista, en degradée.
Sus ideas tenían fuerza pero les faltaba definición.
Todo fueron sensaciones y sospechas.
De algún modo, pensamientos hipermétropes, ideas sin contornos, manchas ideográficas a las que, negándoles cancha, ya perdidas las batallas, se rindió.

Pero, al fin, vivía en una casa como otra cualquiera y eso, sin caer en ello, le causaba constante, para autovalimiento, tensión.

Tenía tres sillas diferentes que cambiaba a cada rato para evitar malas posturas, cuatro mandos a distancia, un exprimidor que daba vueltas para evitarle la molestia y aparatos de radio, siempre abiertas,como ventanas al exterior, en estratégicas esparcidas por la casa mesillas.
Así podía saber, sabía, cuando no terminaba de amanecer, atardecía o era de día, si era martes o domingo y como la vida, a su margen, acontecía.

Ensimismad@, sin medios para hacer, al menos, de su casa un espacio nítido, sin capacidad de, en molestias ajenas, contestación, solo la densidad de los sueños le mantuvo en vilo, o en vela. No distinguió.

Como tantas otras veces, a tientas, en cierta ocasión,
se le perdió el alma en una taza de café, lo movió con la cucharilla y desapareció en el torbellino de la agitación,
sin que nadie después lograra, al caso,
encontrarle lógica explicación.