martes, 9 de mayo de 2006

Los colores de Nicolás.

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Cuando Nicolás quiso dar marcha atrás, ya fue tarde.
Cuando quiso seguir adelante, nadie le acompañó.
Entonces decidió dedicarse con mayor ahínco, primor y sistematización a lo que realmente le dejara fuera de elecciones por parte de terceros, a lo que verdaderamente necesitaba, sin contar con nadie.
En el trato con lo exterior, Nicolás se defendía con una forma de racionalidad sin conciencia. Desde edad bien temprana se convirtió en un maestro en ello.

Cada noche, después de acabar su turno en la pizzería y recojer su diaria correspondencia, después de atenta y sentidamente releerla, se ponía manos a la obra en el cuarto de la pensión que alojaba, sentado ante el tablero a la medida exacta cortado, frente a la ventana del patio interior, considerando la conveniencia de la carpeta a elegir entre las alineadas a su derecha. La roja, la rosa, la azul, la verde, la amarilla... sopesando su estado de ánimo y necesidad.

Pero aquel miércoles noche, decididamente, sin planteamiento previo alguno, Nicolás abrió la de color azul.
Hacía tiempo exigían sus adentros la de aquel color. Al asalto, sin compasión. Sin voluntad ni alimento alguno por su parte en el empeño. Retardando, demorando la elección, cuando pudo, a favor de otros colores menos sagrados.
Le faltaba, valor.
Extrajo de la carpeta varios elegantes folios con membrete en negro relieve a su propio nombre y apellido y, erguido, con circunspecta prestancia, formal, seria, gravemente, escribió durante horas:
"Queridísimo hijo"........encabezó.

Al alba, una vez concluida la carta de amor, felicitaciones y bonanzas, tejida entre añoranzas y recuerdos, de consejos y orgullos paternos en honor a él mismo debidos agradecidamente. Una vez escrita dirección y remite en elegante rectangular sobre, descendió a saltos las escaleras hacia la calle, corrió por la acera lindera hasta el buzón que tragó el abultado conjunto que sus aspiraciones y esperanzas contenía.

A su vuelta, la noche del viernes, la patrona le hizo entrega del elegante sobre a su propio nombre y apellido.

“ Hoy es de su señor padre” le dijo.