lunes, 18 de septiembre de 2006

Espejos.

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A su vuelta,
después de varios años de mercenarios secretos servicios y pingües beneficios en extranjeras contiendas obtenidos, se dispuso Oscar a invertir lo tan extraordinariamente bien pagado, borrar de cuajo de su memoria lo por su propia mano de cuajo segado y, deportivamente, retomar antiguos confortables saneados hábitos, costumbres, rutinas, bondades y amistades.
Viviendo en paz, frotándose las manos.
Como si nada hubiera pasado.
Pero a menudo, desde su retorno, en los ojos de las personas que se encontraba o citaba, en privados o públicos lugares, le parecía advertir algo indefinible que reflejaba su propio para los otros “no ser”.
Y un día, por casualidad, mientras hacía la compra en el supermercado, miró hacia el espejo en un lateral situado y lo que vio fue una vaguedad, casi una especie de sombra allí donde debiera haber él estado, como el resto, reflejado.
En tan alto grado se dio la apreciación que, abandonando la cola, perdiendo la vez, desde otro ángulo aún más cercano y anexo desde el que mejor poder verse, frontal, volvió el espejo mirar, no encontrando rastro alguno que de sí mismo diera fe ni advertencia de su lugar en tan expreso primer puesto.
Sencillamente, no estaba allí.
No del modo y la manera que pudieran percibirle, verle y sentirle como él veía, percibía y sentía. No de esa manera que cualquier espejo la faz en los ojos refleja la realidad mostrando perfiles de una pieza, que, enteros, no fueron perdiendo por el camino el paso, el peso, el supremo escrúpulo en el caso de obediencias debidas sus bolsillos llenando, segando vidas.

Así fue como Oscar, temiendo y en cierto modo acatando de lo comprendido las secretas propias leyes naturales en consecuencia, en las colas a todos dejaba antes pasar, perdiendo la vez, el número y el turno, siendo el último atendido, dilatando cuanto podía su tiempo, retrasando a toda costa mirar su conciencia, saber de qué estaba ya compuesta y cuál era su contenido.
Contentándose con observar a los amigos de lejos,
dando por rotos los espejos.