domingo, 8 de octubre de 2006

Padres.

| |
Que los padres tratan a todos los hijos por igual, en consecuencia, y a todos aman con idéntica intensidad e incondicionalidad, ateniéndose a constantes objetivas universales evidencias y personales e intransferibles innumerables afectadas experiencias,
resulta no ser verdad.
Que negando en redondo tales evidencias los padres, en sí mismos probadas, se engañen, no engañando a nadie más, a viva voz proclamando, infinitamente reiterando que, de entre ellos, si les dieran a elegir, no podrían a ninguno sobre otro preferir, convirtiéndolo en universal axioma, no es nuevo ni inventado.
Dando algunos por buenos terribles tratos con los hijos practicados, humillaciones y descartes, a su suerte abandonados, por su propio bien, es otra gran forma de amarles... según quien...
y, por el contrario, tantos que extraordinarios padres siendo, por sus hijos o por alguno de entre ellos, no son considerados, respetados y bien tratados y, sin embargo, son, por igual, todos los hijos en sus corazones por igual amados e, incluso, suele pasar con harta frecuencia, el de más en alto grado engolfamiento con ellos desalmado, en primer lugar colocado y tenido en cuenta, comprensivamente tratado.
Y, por haber de todo, también los hay con un hijo solo en cuyo toda su atención, peso y sueños depositan, vaciando, quizás, de propio contenido el espíritu propio que lo habita, en constante recuperación.
A lo crudo del asunto y su trato se pueden dar infinitas razones pero... a mi humilde entender,
ser padres, optar por tener hijos, no es cosa de ciencia, costumbre, azar, circunstancia o capricho si no, por completo, de profunda capacidad vocacional para el de por vida en profesión del corazón ejercicio, elevar a categoría de arte,
cuyo principio fundamental a sus espíritus, como una lapa apliquen, no poder jamás, siendo de tal causa sustanciales partes,
jueces y partes ser.