sábado, 8 de noviembre de 2008

Juegos.

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Dijo ser obligado a echar horas extraordinarias no pagadas en su trabajo tres días por semana y, así, sin faltar a sus sagradas obligaciones, los lunes, miércoles y viernes, a las cinco de la tarde directo al lugar se enfilaba y a las 8, 30 en punto directo a casa acudía para con sus hijos llegar a tiempo de poder un rato aún jugar.

Para cubrir en parte su secreto gasto, algún otro personal debió ir finiquitando y … además de dejar de comer el menú con sus compañeros aduciendo úlcera intestinal, quedándose sin comer tres días por semana, también dejó de fumar.
Más adelante, para seguir manteniendo su secreta afición, se avino en íntimo trato a, tras salir de casa cada mañana en su propio coche, dejarle aparcado en un cercano descampado e ir caminando varios kilómetros hasta su destino laboral y, a la vuelta, la misma operación.

Ya, de hecho, desde hacía tiempo,
vigilando que sus hijos hicieran bien los deberes escolares y adoptaran las mejores costumbres para que fueran personas de bien, les dejó sin la paga semanal y,
ya de hecho, desde hacía tiempo,
había severamente conminado a su mujer para que ajustara al máximo el cinturón de la economía doméstico-familiar por haber sido, dijo apesadumbrado, recortadas las comisiones no nominales en el ámbito laboral y por tanto, añadió concienzudo, a su manera, “con las cosas de comer no se juega”.

Y así fue como llegó a ser él, sin serlo, jugando, y debió ante la debacle reconocer.