lunes, 12 de junio de 2006

Fe ciega.

| |
En realidad, no es difícil ni entraña gran dificultad.
Basta con poner cierto empeño en ello.
Tú, yo, cualquiera podría hacerlo con cierta dosis de necesidad, simplicidad y escasos escrúpulos.
Pongámonos en el caso.
Basta con no creer conveniente mostrar lo que tu naturaleza alberga, alimentando, reforzándo su esencia, y odiar lo que los otros y el común de los mortales conocen al respecto de los que como tú son.
Amaestrarse en tanteos, disimulos y chalaneos, en realidad, no entraña gran complejidad. Solo la existencia en tí de un cierto tipo de ciega fe en ser otro, en tramposo beneficio.

De ese tipo de fe, que, agradecida, al deseasistido caricato que la contiene, asiste y convierte en viñeta de lo que nunca fue, ni es, ni será.

Esa que, a esos a los que tu tratas, sabedores de tan viejas y elementales tretas y juegos de espejos, hace sentir comprensión y cierta ternura, regalándote credibilidades, discreciones, fianzas y confianzas, tapándote las trampas.

Esos que, ante ese tragicómico tipo de tu siniestra fe, se conmueven y regalan todo aquello que tu crees merecerte con creces considerándoles, siempre, tus agradecidos deudores, a tu disposición.