viernes, 3 de noviembre de 2006

Acorde.

| |
Tras largas esperas y silencios,
su teléfono móvil se ha llamado a sí mismo. Tres veces.
Sonó la marsellesa y apareció su propio número en pantalla.

Ordenaba su biblioteca cuando se llamó por vez primera. Por no pecar de escéptico descolgó con intención de contestar, pero comunicaba, no podía ser de otra manera, eran dos, el aparato y su propietario utilizando la misma línea.
No supo el tiempo que pasó entre la primera llamada y la segunda, pero cuando volvió a sonar aún tenía el teléfono en la mano y la mirada atónita; lo desconectó y siguió aferrándolo con extraña voluntad. Así pasaron veinte minutos. Entonces volvió a conectarlo, se mantuvo expectante un minuto más y no sucedió nada. Con el ánimo más sereno puso el inquietante aparato sobre la mesa.

Se disponía a retomar su labor de archivo cuando sonó un doble pitido. Un SMS.
Un mensaje vacío, sin palabras, con su número como remitente.

Se ha percatado que al teléfono como a él se le fuga el alma, y él, que prefiere no saber de sus escapes, por respeto, ha dado de baja el servicio de identificación de llamadas y, considerando que ahora son dos,
ha cambiado su contrato telefónico por otro...
más acorde a sus necesidades.